Me llamo Acacio, tengo cuarenta años y soy un hombre doméstico. Crecí en una época en la que una regla general del matrimonio era la siguiente: la mujer es de la casa, el hombre de la calle. Con maldad o con bondad, con fervor o con incredulidad, con humor o entre lágrimas los adultos con los que crecí respetaban esta costumbre ancestral y la pasaban a las demás generaciones. Pero algo pasó, algo se jodió en algún punto de esta herencia y ahora que soy un hombre casado no me considero hombre de la calle, sino hombre doméstico. De esto me di cuenta hace varios años atrás y desde entonces me he fijado en las implicaciones que tiene este título. “Hombre doméstico”, mi padre el contador de cuentos sobre changos se escandalizaría si me escuchara. Creo que como mínimo, da tres vueltas en la tumba cada vez que lo digo. Para él la calle era el hábitat natural del varón, pues la mujer que se casa, casa quiere. Pero mi madre también pensaría como mi padre. Lo sé porque una vez me dijo que se le habían revuelto los intestinos cuando me vio doblando mis calzoncillos y los panties de mi esposa Ayelén. Claro, ella no me lo dijo exactamente así, pero me dijo que le daba una pena profunda verme doblando ropa después de venir cansado de trabajar en la calle. Cuando se lo conté a mi esposa pensé que se molestaría, pues indudablemente la observación de mi madre era un señalamiento de que los roles en nuestro matrimonio estaban invertidos. Recuerdo la reacción de Ayelén, se le salió una carcajada larga como el elástico de un calzoncillo viejo y me dijo que sí, que ella había notado que yo me había convertido en un dobla panties sin remedio. Demás está decir que ignoró el comentario de mi madre y estuvo burlándose de mí todo el día. En fin que esto de ser hombre de la casa, de la calle y de todas partes me ha regalado un montón de anécdotas que quisiera contarles. Trataré de empezar por el principio, pero no les prometo ser ordenado. Después de todo, una casa sin reguero no es una casa y todos los que tienen una saben que por más que uno trate de mantener el orden, en un hogar siempre hay algo que reparar, que comprar o desechar. El que se casa por todo pasa y quizás después de leer estas historias ustedes se darán cuenta de que definitivamente, mi casa es su casa.
HOMO DOMESTICUS
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