Hace unos meses, en un día cualquiera de esos en que la sequía nos aguaba la fiesta del verano, le permití a mi mente reflexionar con detenimiento sobre Donald Trump. Hasta entonces me había limitado a escuchar de lejos el voceo mediático que informaba sobre las estrafalarias hazañas verbales de este sujeto. Pensé que era justo y necesario decir algo sobre este fenómeno político que ha acaparado los inicios de la batalla por la presidencia norteamericana. Decidí que era importante decir algo ahora, cuando el tema todavía está en el aire, cuando los chirridos de cada comentario del magnate ajotan la opinión pública de manera exponencial. Y es que cada frase que sale de la boca de Donald es más provocadora que la anterior. Su expediente mediático incluye la opinión de que los inmigrantes mexicanos son criminales, que durante los ataques en París lo que hacía falta era ciudadanos armados y que él mismo fue testigo de que musulmanes en New Jersey estaban celebrando por los ataques del 9/11.
Para los conservadores recalcitrantes sus planteamientos representan un acto de valentía, porque piensan que él habla por ellos. Él es el político que se atreve a decir en los medios globales lo que ellos solo pueden pensar de forma local, en los suburbios de una democracia que protege la libertad de expresión y de pensamiento. Pero para los más liberales las expresiones de Trump son prueba fehaciente de que "poderoso caballero es don dinero". Él solo es un ricachón que puede comprar el derecho a decir lo que nadie quiere oír. Lo interesante es que ambos lados de la ecuación se han topado con el fuego avivado del mítico patriotismo norteamericano. Los conservadores se reúnen en torno a la fogata nacional para echarle leña y calentarse; los liberales no saben cómo contener un fuego extremista que pensaron sería breve y fugaz. Y también en ambos casos se trata de un discurso económico progresista que se nutre de la crisis actual. Los primeros ven a Trump como un profeta de cuya boca emana la pura leche y miel del industrialismo nacional; los segundos piensan que el magnate es la gran paja mental que le cae a la leche comercial mientras esparce su miel amarga. En fin que si es fuego divino o siniestro, leche compartida o miel (da)ñina todo depende del frío y del hambre con que se mire. Lo que sí es innegable es que Donald Trump es un producto cien por ciento Made in USA exportado para el mundo. Si logrará hacer de “America Great Again”, (Whatever that means) no lo sé. Lo que sí es que su carrera política ha durado más que nuestra sequía y eso es mucho decir. Por eso hasta aquí llega mi comentario sobre el presente de Trump. La siguiente mínima lista intenta establecer un puente con su incierto futuro. Pues independientemente de lo que suceda con su carrera política, si alguien me pregunta quién era Donald Trump, esta serán mis respuestas:
1. Era un hombre a una trompa pegado, era una trompa superlativa.
2. Para algunos era el virtuoso de la primera trompeta en la sinfonía política nacional, para otros el payaso de la trompetilla en el circo mediático de turno.
3. Unos lo consideraban una auténtica tromba política, otros solo querían caerle a trompadas.
4. Seguramente muchos pensaban que era el republicano que se atrevía bailar en la casa del trompo, otros lo veían como a un auténtico trompo que gira sobre su eje y luego da tumbos y se arrastra.
5. Los republicanos de derecha decían que le creían al sonido de su trombón, los republicanos de izquierda no podían creer semejante trombosis en las primarias del partido.
Y como no se sabe cuánto durará The Trumpman Show, solo queda sentarse y decir: "Hey Mr. Trumpman play a tune for me".
Para los conservadores recalcitrantes sus planteamientos representan un acto de valentía, porque piensan que él habla por ellos. Él es el político que se atreve a decir en los medios globales lo que ellos solo pueden pensar de forma local, en los suburbios de una democracia que protege la libertad de expresión y de pensamiento. Pero para los más liberales las expresiones de Trump son prueba fehaciente de que "poderoso caballero es don dinero". Él solo es un ricachón que puede comprar el derecho a decir lo que nadie quiere oír. Lo interesante es que ambos lados de la ecuación se han topado con el fuego avivado del mítico patriotismo norteamericano. Los conservadores se reúnen en torno a la fogata nacional para echarle leña y calentarse; los liberales no saben cómo contener un fuego extremista que pensaron sería breve y fugaz. Y también en ambos casos se trata de un discurso económico progresista que se nutre de la crisis actual. Los primeros ven a Trump como un profeta de cuya boca emana la pura leche y miel del industrialismo nacional; los segundos piensan que el magnate es la gran paja mental que le cae a la leche comercial mientras esparce su miel amarga. En fin que si es fuego divino o siniestro, leche compartida o miel (da)ñina todo depende del frío y del hambre con que se mire. Lo que sí es innegable es que Donald Trump es un producto cien por ciento Made in USA exportado para el mundo. Si logrará hacer de “America Great Again”, (Whatever that means) no lo sé. Lo que sí es que su carrera política ha durado más que nuestra sequía y eso es mucho decir. Por eso hasta aquí llega mi comentario sobre el presente de Trump. La siguiente mínima lista intenta establecer un puente con su incierto futuro. Pues independientemente de lo que suceda con su carrera política, si alguien me pregunta quién era Donald Trump, esta serán mis respuestas:
1. Era un hombre a una trompa pegado, era una trompa superlativa.
2. Para algunos era el virtuoso de la primera trompeta en la sinfonía política nacional, para otros el payaso de la trompetilla en el circo mediático de turno.
3. Unos lo consideraban una auténtica tromba política, otros solo querían caerle a trompadas.
4. Seguramente muchos pensaban que era el republicano que se atrevía bailar en la casa del trompo, otros lo veían como a un auténtico trompo que gira sobre su eje y luego da tumbos y se arrastra.
5. Los republicanos de derecha decían que le creían al sonido de su trombón, los republicanos de izquierda no podían creer semejante trombosis en las primarias del partido.
Y como no se sabe cuánto durará The Trumpman Show, solo queda sentarse y decir: "Hey Mr. Trumpman play a tune for me".