Alguien me preguntó que por qué decidí titular esta sección Sobremesa y cuál era la relación que quería establecer entre la comida y el pensamiento. Aunque la pregunta invita a confeccionar una respuesta tan extensa y variada como un banquete real, trataré de no sucumbir ante la gula prosaica y ser comedido. He aquí la contestación en una ringlera de porqués.
El cuerpo de primer plato:
Porque recuerdo que en una ocasión un profesor de la universidad me regaló una novela y me dijo “buen provecho”. Porque un día vi un episodio del Chavo del Ocho en el que don Ramón le decía al Chavo "Si quieres llegar a ser algo, devora los libros". Porque mis hermanos me cuentan que forraban sus libros de escuela con papel de los fardos de arroz. Porque éramos pobres, y a falta de dinero para comprar pega blanca utilizábamos una mezcla de harina y agua para adherir las láminas en las libretas. Porque el papel traslúcido de las latas de galletas de soda se usaba para dibujar calcando. Porque en la clase de Economía doméstica a mí lo que me gustaba era leer y estudiar las recetas. Porque se debe desconfiar de un cocinero al que no le gusta leer. Porque celebrábamos cuando a Mami le sobraba dinero para comprarnos un par de latas de sopas de letras. Porque las letras también son como pajitas que le caen a la blanca leche de la página. Porque según Roberto Carlos cama y mesa son metáforas siamesas. Porque en ocasiones se piensa con el estómago y aunque el hambre puede más que la razón, con un caldero de ideas se puede dar de comer a todo un pueblo.
Intelecto plato fuerte:
Porque en mi casa a falta de escritorio se estudiaba en la mesa del comedor y las portadas de los libros sudaban el vapor de la cena. Porque en más de una ocasión la maestra me llamó la atención por entregar los libros manchados de kétchup. Porque aunque las enciclopedias detallaban las toneladas de trigo, leche y carne que producía cada país, la Iglesia nos convocaba a una guerra contra el hambre. Porque en las noches de estudio universitario el café era mi fiel tutor y en las noches de jueves la cerveza. Porque la propuesta de tesis me la dictaron unos libros, cuyas musas eran las paredes de un cyber café. Porque se debe desconfiar de un académico que no bebe alcohol. Porque aunque el banquete lezamiano es un manjar caribeño que nos convoca, en Puerto Rico el mejunje y el jolgorio literario saben a una historia de arroz con habichuelas. Porque en nuestro país cuando no hay comedor escolar no hay escuela. Porque mientras la aritmética dice que donde come uno comen dos, la política consumista organiza banquetes privados, manda a torcer los dedos y a destruir los ábacos. Porque el pez muere por la boca y el ignorante también.
Un cordial para el espíritu:
Porque esa protuberancia en la garganta, que llamamos manzana de Adán, es la orgullosa cicatriz de una libertad paradisiaca. Porque no solo de pan vive el hambre, también hay un hambre del misterio y una sed de justicia. Porque la historia de Cristo es la de un amor bienaventurado que no escribe, sino que se abandona y muere en la escritura de otros. Porque aunque el pan no se tira a los perros, a la cananea le bastaron migajas, para poder multiplicar los panes de la alegoría. Porque la literatura también es palabra de Dios. Porque que una biblioteca es barca y devocionario en medio de la tempestad. Porque hacen falta más Teresas, más Juanas, más Hildegardas, en fin más pescadoras de hombres. Porque mi madre Felicita se curó el escarnio de no ser monja ingiriendo cápsulas de amor al prójimo como antidepresivo. Porque se debe desconfiar de un sacerdote que no sabe fregar platos. Porque la composición de la familia humana evoluciona y no se puede insistir en echar vino nuevo en odres viejos, porque se pierde el vino y también los odres. Porque en las bodas de Caná, el mejor vino se repartió cuando se fueron los invitados. Porque en la mesa de la palabra, pan y vino son para mí metáforas vivas. Porque toda historia de amor debería comenzar con una última cena.
La emoción como postre:
Porque a la barriga verbena y al corazón portento. Porque para los besos no hay mejor adjetivo que la palabra agridulce. Porque el id, el ego y el súper ego saben mejor con fresas y chocolate. Porque todo texto literario es un elogio a la locura. Porque se debe desconfiar de un psicólogo que no sabe cocinar. Porque el amor es tan abundante y precario como el alimento. Porque las emociones son a las palabras, lo que las especias a la sazón. Hay mensajes que causan diabetes, discursos salados que aumentan la presión arterial; por eso es saludable aspirar a la dieta de la justa palabra. Porque las palabras y las emociones, como la comida, también se desperdician. Porque nuestra época es como una gran cocina donde abundan los utensilios, sin embargo la aspiración suprema es la manquedad del corazón. Porque a los que se ocupan de los desamparados, de los pobres y los desvalidos todavía se les exige que muelan el grano con sus propias fuerzas, y se les niega el acceso a los electrodomésticos que impulsan el bien común. Porque el que ha encontrado un amigo lleva cornucopias en el pensamiento. Porque mi mayor aspiración es poseer la serenidad, para digerir los alimentos de la vida que no puedo cambiar, valor creativo para confeccionar los que sí puedo y sabiduría paladar para reconocer la diferencia.
Por estas y otras razones, les invito: coman, lean, mediten. Buen provecho.
El cuerpo de primer plato:
Porque recuerdo que en una ocasión un profesor de la universidad me regaló una novela y me dijo “buen provecho”. Porque un día vi un episodio del Chavo del Ocho en el que don Ramón le decía al Chavo "Si quieres llegar a ser algo, devora los libros". Porque mis hermanos me cuentan que forraban sus libros de escuela con papel de los fardos de arroz. Porque éramos pobres, y a falta de dinero para comprar pega blanca utilizábamos una mezcla de harina y agua para adherir las láminas en las libretas. Porque el papel traslúcido de las latas de galletas de soda se usaba para dibujar calcando. Porque en la clase de Economía doméstica a mí lo que me gustaba era leer y estudiar las recetas. Porque se debe desconfiar de un cocinero al que no le gusta leer. Porque celebrábamos cuando a Mami le sobraba dinero para comprarnos un par de latas de sopas de letras. Porque las letras también son como pajitas que le caen a la blanca leche de la página. Porque según Roberto Carlos cama y mesa son metáforas siamesas. Porque en ocasiones se piensa con el estómago y aunque el hambre puede más que la razón, con un caldero de ideas se puede dar de comer a todo un pueblo.
Intelecto plato fuerte:
Porque en mi casa a falta de escritorio se estudiaba en la mesa del comedor y las portadas de los libros sudaban el vapor de la cena. Porque en más de una ocasión la maestra me llamó la atención por entregar los libros manchados de kétchup. Porque aunque las enciclopedias detallaban las toneladas de trigo, leche y carne que producía cada país, la Iglesia nos convocaba a una guerra contra el hambre. Porque en las noches de estudio universitario el café era mi fiel tutor y en las noches de jueves la cerveza. Porque la propuesta de tesis me la dictaron unos libros, cuyas musas eran las paredes de un cyber café. Porque se debe desconfiar de un académico que no bebe alcohol. Porque aunque el banquete lezamiano es un manjar caribeño que nos convoca, en Puerto Rico el mejunje y el jolgorio literario saben a una historia de arroz con habichuelas. Porque en nuestro país cuando no hay comedor escolar no hay escuela. Porque mientras la aritmética dice que donde come uno comen dos, la política consumista organiza banquetes privados, manda a torcer los dedos y a destruir los ábacos. Porque el pez muere por la boca y el ignorante también.
Un cordial para el espíritu:
Porque esa protuberancia en la garganta, que llamamos manzana de Adán, es la orgullosa cicatriz de una libertad paradisiaca. Porque no solo de pan vive el hambre, también hay un hambre del misterio y una sed de justicia. Porque la historia de Cristo es la de un amor bienaventurado que no escribe, sino que se abandona y muere en la escritura de otros. Porque aunque el pan no se tira a los perros, a la cananea le bastaron migajas, para poder multiplicar los panes de la alegoría. Porque la literatura también es palabra de Dios. Porque que una biblioteca es barca y devocionario en medio de la tempestad. Porque hacen falta más Teresas, más Juanas, más Hildegardas, en fin más pescadoras de hombres. Porque mi madre Felicita se curó el escarnio de no ser monja ingiriendo cápsulas de amor al prójimo como antidepresivo. Porque se debe desconfiar de un sacerdote que no sabe fregar platos. Porque la composición de la familia humana evoluciona y no se puede insistir en echar vino nuevo en odres viejos, porque se pierde el vino y también los odres. Porque en las bodas de Caná, el mejor vino se repartió cuando se fueron los invitados. Porque en la mesa de la palabra, pan y vino son para mí metáforas vivas. Porque toda historia de amor debería comenzar con una última cena.
La emoción como postre:
Porque a la barriga verbena y al corazón portento. Porque para los besos no hay mejor adjetivo que la palabra agridulce. Porque el id, el ego y el súper ego saben mejor con fresas y chocolate. Porque todo texto literario es un elogio a la locura. Porque se debe desconfiar de un psicólogo que no sabe cocinar. Porque el amor es tan abundante y precario como el alimento. Porque las emociones son a las palabras, lo que las especias a la sazón. Hay mensajes que causan diabetes, discursos salados que aumentan la presión arterial; por eso es saludable aspirar a la dieta de la justa palabra. Porque las palabras y las emociones, como la comida, también se desperdician. Porque nuestra época es como una gran cocina donde abundan los utensilios, sin embargo la aspiración suprema es la manquedad del corazón. Porque a los que se ocupan de los desamparados, de los pobres y los desvalidos todavía se les exige que muelan el grano con sus propias fuerzas, y se les niega el acceso a los electrodomésticos que impulsan el bien común. Porque el que ha encontrado un amigo lleva cornucopias en el pensamiento. Porque mi mayor aspiración es poseer la serenidad, para digerir los alimentos de la vida que no puedo cambiar, valor creativo para confeccionar los que sí puedo y sabiduría paladar para reconocer la diferencia.
Por estas y otras razones, les invito: coman, lean, mediten. Buen provecho.