Lo confieso, creo en las resoluciones de principios de año. Creo en las que son reales, realizables y renovadoras. Como país nos merecemos resolver muchos asuntos pendientes que nos tienen sumidos en esta crisis huérfana de responsables y de agentes de cambio. Aquí dejo mis doce centavos, es decir una resolución por mes, que podríamos asumir como pueblo. Les invito a que escojan la que más les guste o la que más les convoca y dejen un comentario. ¡Feliz Año!
Enero: Haremos la dieta de la buena voluntad. Nos abstendremos de comer de manera compulsiva fórmulas, sistemas y modelos extranjeros para tratar de solucionar un problema que no tiene que ver con el método, sino con el compromiso de quien lo implementa. El problema no es el mundo, ni el país; el problema y la solución somos nosotros.
Febrero: Nos convenceremos de que amar significa tomar la decisión libre y madura de dar lo mejor de nosotros a los demás. Evitaremos esconder nuestras dependencias afectivas detrás corazones de cartón, empaquetar nuestros miedos entre costosas envolturas de regalo y asumiremos nuestras limitaciones sin cubrirlas de golosinas. Todo este empalagoso día del amor barato, que celebramos todo el año, es la causa de la alta incidencia de diabetes emocional que sufre nuestro país.
Marzo: No importa si creemos en Dios, en la Nada o en el nuevo absurdo del Espagueti Volador. Dedicaremos tiempo para reflexionar sobre nuestra persona y nuestro entorno. Con serenidad nos perderemos en el laberinto de nuestros pensamientos y con valor y sabiduría encontraremos la hilera del camino que conduce a la casa de nuestro ser.
Abril: Haremos un esfuerzo por pagar los impuestos y exigiremos el buen uso de nuestra aportación al pueblo. Resistiremos las ganas de gastar por anticipado un reintegro que cada vez da para menos.
Mayo: Con los primeros aguaceros de primavera comenzaremos a limpiar nuestra isla de la indiferencia que ensucia y envenena nuestros ecosistemas. Abogaremos por un plan efectivo de control de los terrenos y del agua. Dejaremos de ser la verdadera basura que contamina nuestra diversidad natural.
Junio: Organizaremos una gran parada para celebrar el orgullo de la identidad del género humano. Daremos un salto de fe para esquivar los nubarrones de la discriminación y el cielo divino de seguro nos sonreirá con su arco de colores.
Julio: Dejaremos de fantasear con el traje de novia, el esmoquin de lujo y las bodas de julio. Ya es hora de aceptar nuestra condición de solterones. Somos una colonia que no ha llegado al altar de la soberanía. No podemos esperar que el ramo o la liguilla caigan en nuestras manos. Hay que salir a cortejar la libertad de la autodeterminación.
Agosto: Reconstruiremos las escuelas y llegado el día del comienzo de clases la prensa, los gremios, los políticos y el pueblo nos guardaremos el ruido. Dejaremos que solo se escuche la melodía del saber que cantan los estudiantes al compás de sus maestros. Todos volveremos a la escuela.
Septiembre: Sin enfrentamientos y afrentamientos el día del trabajo, simplemente trabajaremos.
Octubre: Nos quitaremos las máscaras de la apatía multicultural y redescubriremos América. Desde la Patagonia hasta Alaska compartiremos nuestro Caribe con el mundo.
Noviembre: Pondremos nuestro voto donde ponemos nuestras quejas diarias. Resistiremos la tentación de entregarnos como rameras a la caravana, al jingle y a las sonrisas del photoshop politiquero. Que la papeleta de nuestra conciencia de pueblo solo quede marcada por el trazo de nuestro deber de ciudadanos inteligentes.
Diciembre: Erradicaremos la atroz estupidez de dispararle el cielo que nos ilumina la existencia. Confeccionaremos un banquete familiar que nos deje buen sabor en el paladar del corazón en vez del sobrepeso del resentimiento. Y con un buen baile, al ritmo de un templao aguinaldo daremos un giro de trecientos sesenta y cinco grados y volveremos a comenzar.
Enero: Haremos la dieta de la buena voluntad. Nos abstendremos de comer de manera compulsiva fórmulas, sistemas y modelos extranjeros para tratar de solucionar un problema que no tiene que ver con el método, sino con el compromiso de quien lo implementa. El problema no es el mundo, ni el país; el problema y la solución somos nosotros.
Febrero: Nos convenceremos de que amar significa tomar la decisión libre y madura de dar lo mejor de nosotros a los demás. Evitaremos esconder nuestras dependencias afectivas detrás corazones de cartón, empaquetar nuestros miedos entre costosas envolturas de regalo y asumiremos nuestras limitaciones sin cubrirlas de golosinas. Todo este empalagoso día del amor barato, que celebramos todo el año, es la causa de la alta incidencia de diabetes emocional que sufre nuestro país.
Marzo: No importa si creemos en Dios, en la Nada o en el nuevo absurdo del Espagueti Volador. Dedicaremos tiempo para reflexionar sobre nuestra persona y nuestro entorno. Con serenidad nos perderemos en el laberinto de nuestros pensamientos y con valor y sabiduría encontraremos la hilera del camino que conduce a la casa de nuestro ser.
Abril: Haremos un esfuerzo por pagar los impuestos y exigiremos el buen uso de nuestra aportación al pueblo. Resistiremos las ganas de gastar por anticipado un reintegro que cada vez da para menos.
Mayo: Con los primeros aguaceros de primavera comenzaremos a limpiar nuestra isla de la indiferencia que ensucia y envenena nuestros ecosistemas. Abogaremos por un plan efectivo de control de los terrenos y del agua. Dejaremos de ser la verdadera basura que contamina nuestra diversidad natural.
Junio: Organizaremos una gran parada para celebrar el orgullo de la identidad del género humano. Daremos un salto de fe para esquivar los nubarrones de la discriminación y el cielo divino de seguro nos sonreirá con su arco de colores.
Julio: Dejaremos de fantasear con el traje de novia, el esmoquin de lujo y las bodas de julio. Ya es hora de aceptar nuestra condición de solterones. Somos una colonia que no ha llegado al altar de la soberanía. No podemos esperar que el ramo o la liguilla caigan en nuestras manos. Hay que salir a cortejar la libertad de la autodeterminación.
Agosto: Reconstruiremos las escuelas y llegado el día del comienzo de clases la prensa, los gremios, los políticos y el pueblo nos guardaremos el ruido. Dejaremos que solo se escuche la melodía del saber que cantan los estudiantes al compás de sus maestros. Todos volveremos a la escuela.
Septiembre: Sin enfrentamientos y afrentamientos el día del trabajo, simplemente trabajaremos.
Octubre: Nos quitaremos las máscaras de la apatía multicultural y redescubriremos América. Desde la Patagonia hasta Alaska compartiremos nuestro Caribe con el mundo.
Noviembre: Pondremos nuestro voto donde ponemos nuestras quejas diarias. Resistiremos la tentación de entregarnos como rameras a la caravana, al jingle y a las sonrisas del photoshop politiquero. Que la papeleta de nuestra conciencia de pueblo solo quede marcada por el trazo de nuestro deber de ciudadanos inteligentes.
Diciembre: Erradicaremos la atroz estupidez de dispararle el cielo que nos ilumina la existencia. Confeccionaremos un banquete familiar que nos deje buen sabor en el paladar del corazón en vez del sobrepeso del resentimiento. Y con un buen baile, al ritmo de un templao aguinaldo daremos un giro de trecientos sesenta y cinco grados y volveremos a comenzar.